Antes de escribir la nota, me puse a pensar sobre cómo representar la confianza. Llegué a la lógica conclusión de que una imagen no lo puede demostrar; no así con la libertad. Todos los seres humanos tendemos hacia la libertad y no nos gusta que nos impongan cosas o nos priven de hacer algo. Pero no todos tendemos hacia la confianza, ni en mostrarse uno como una persona confiable, y tampoco confiar en el otro. Sin embargo, ahí puede llegar a estar una de las claves de la vida (hablo en potencial porque, obviamente, no soy dueño de la verdad).
Voy a empezar con un ejemplo. Un hijo con un buen comportamiento a lo largo de toda su vida ganó seguramente la confianza casi total de su madre y esto le permite una mayor libertad. Si pensamos en las relaciones amorosas, donde es esencial que una persona confíe en la otra, cuando uno genera un clima de total confianza y el otro sabe que no lo vas a dejar ni vas a estar con otra persona cuando estás con los amigos, entonces el otro te va a dar la libertad, porque confía en vos.
La confianza y la libertad son dos modos de entregarse a uno mismo, otorgándoselas a una persona que de verdad lo merezca. No vamos a estar exentos de darle la libertad o la confianza a una persona que no la merezca, pero afortunadamente las mentiras no duran mucho y, tarde o temprano, el otro va a demostrar que no es digno de confianza.
Tener confianza y tener libertad, al ser dos necesidades del ser humano, también acarrean la felicidad, porque uno se siente bien cuando le dan la confianza y no le privan de hacer nada. ¿Por qué no llegar así a la autorrealización y a la vida plena? Tal vez lo difícil para algunos es mantener esa postura de merecer la confianza mediante los actos, para que la libertad le sea otorgada, pero es quizá una de las mejores formas de conseguir aquello que los hombres tanto queremos.
Confianza, que acarrea libertad, que lleva al bienestar y a la vida plena. ¿Por qué no?
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